He aprovechado uno o más párrafos por capítulo de
la novela “Viento de furioso empuje” (Amazon) para mostrar ciertos pasajes insertados
en la obra. Con tales muestras se pretende ofrecer algo así como un aperitivo
de sus 563 páginas. Al mismo tiempo, creo revelador destacar que detrás del
relato hay más de 10 años de documentación historiográfica, así como un
laborioso intento en acercar al lector al ambiente del siglo VIII. El crítico literario,
Antonio Parra Sanz, lo resume de este modo: “Desde Damasco hasta
Hispania, Yunán y Abdelaziz atraparán al lector en una narración vertiginosa,
no exenta del obligado rigor histórico, y que profundiza también en las raíces
religiosas, sociológicas e incluso lingüísticas del Islam”.
Capítulo XXVI. Camino de Sayara
Al ritmo
lento y cansino propio de las caravanas, siete eran los días que se precisaban
para llegar hasta la capital del reino de Yaidé. Días en los que el riesgo se
adivinaba constante a causa de unos caminos intransitables; días para los que
se auspiciaba la misma tirantez mal contenida, quizá redoblada, que se
advertía ya entre algunos componentes de la expedición.
La
jornada inicial había concluido. Al pie del monte Hauz, cruzada por el río que
enlaza la comarca de Alcázarseguer con la capital Sayara, se abría una llanura
que acogió a los viajeros. Y en la llanura, la cáfila se
asentó como buenamente pudo entre dos aldeas de pacífico aspecto situadas a
ambos lados del río.
***
Policronio,
que bebía de una jarrilla y permanecía sentado sobre una gran piedra junto a
la tienda, al avistar la llegada de su patrón acompañado de dos desconocidos
intentó disimular su inclinación al vino de atardecer. Así, cual si se tratase
de un nenito atrapado en el hurto de la miel, no se le ocurrió otra idea que
ocultar la jarra detrás de la piedra. Con tan mala fortuna, que la jarra volcó
y mandó al encuentro de los visitantes un reguero rojizo que el bizantino, con
el ánimo desgarrado, siguió con la vista mientras se alejaba. Eso sí, según
avanzaba el líquido delator, se prometía una y otra vez a sí mismo que la
sangre del excelso Dioniso jamás formaría regata sin haber cruzado antes por su
paladar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios están moderados. Aparecerán a la mayor brevedad.