Los párrafos que siguen pertenecen al capítulo III: La gruta del desierto
Apenas pudieron
contemplar paredes despejadas. Excepto un recoveco que albergaba la boca de un
aljibe, así como un pequeño almacén de víveres y aceite destinado a la
iluminación, más otro recinto alejado del anterior donde vieron una hendidura a
modo de letrina tapada con una madera, casi todo el espacio disponible había
sido usado para apilar documentos. Descubrieron pergaminos, trozos de vitela,
tablillas enceradas, hojas prensadas de palmera, palimpsestos y toda clase de
material que hubiese servido para escribir, como láminas metálicas, omoplatos
de camello, papiros…, e incluso papel chino.
Se distinguía un
amasijo en el más perfecto desorden, revuelto sin miramiento alguno por quienes
habían asaltado el lugar en busca de un texto preciso. Todo parecía haber sido
revisado a conciencia y desechado por inservible. Predominaban con mucho los
escritos en hebreo y en arameo judío, siríaco o persa. No faltaban documentos
griegos, latinos, sánscritos, árabes, acadios, fenicios o jeroglífico egipcio.
Había una sala entera dedicada a la Torá y al Talmud, tanto al palestinense
como al babilónico, con innumerables rollos de Midras. A la par se observaban
cuantiosos volúmenes sapienciales, que incluían los libros de los Reyes, Paralipómenos,
el Cantar de los Cantares y el libro de la Sabiduría, entre otros. Los textos
se apreciaban leídos y releídos, repasados meticulosamente, hasta el punto de
no resultar extraño advertir abundantes anotaciones marginales y pliegos
manchados de restos de alimentos.
¡Gran descripción y gran capítulo!
ResponderEliminarJordi
Muchas gracias.
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