VIENTO DE FURIOSO EMPUJE

VIENTO DE FURIOSO EMPUJE
Alegoría de la batalla de Guadalete, julio de 711 - Autor del lienzo: J. M. Espinosa

lunes, 27 de julio de 2020

Párrafos destacados (45)


Nueva entrega de párrafos sobre la novela histórica “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon). Hoy se refieren al capítulo XLV, donde los protagonistas especulan a diario con el hallazgo de un carro lleno de oro y plata que desapareció en Guadalete y sobre el que llevan varias jornadas tratando de discurrir el modo de hallarlo. ¿Razón para semejante interés en encontrar el tesoro? Que no se produzca el enfrentamiento dentro de las diversas facciones del ejército y se malogre la aventura en Hispania.

Capítulo XLV. La salamanquesa

     Desde el caserío de Bornos otras tres jornadas más fueron precisas para que el ejército de Tariq se acercase a la ciudad de Écija, refugio de un fuerte contingente vitizano al que cada día se agregaban nuevos combatientes que iban convirtiéndolo en una milicia muy estimable.
     Algunas poblaciones importantes no muy alejadas de la ruta, como Osuna o Morón, semi desguarnecidas a consecuencia de su aporte de voluntarios a Écija, fueron ignoradas adrede en el avance del áscar rifeño. En la primera de ellas influyó el respeto que inspiraba la fortificación situada en un cabezo cercano a la urbe, cuyo asalto hubiera supuesto largo tiempo de asedio y la posible pérdida de buen número de hombres. Y la segunda ciudad se soslayó igualmente al no ofrecer un gran peligro para la retaguardia, dado que gran parte de la población que había decidido quedarse era de ascendencia hebrea y simpatizaba con la gente de Yaidé, así como con otros muchos voluntarios del mismo origen étnico que fueron añadiéndose a una marcha que debía concluir en Toledo, donde se proponían derogar la ley que permitió el abusivo reinado de Rodrigo con los judíos hispanos.
     Durante los días de viaje, Yunán, Policronio y Hareb hablaron en más de una ocasión del carromato del tesoro en poder de Bogud. En sus conversaciones llegaban siempre a la conclusión de que era imposible que ese carro, de grandes dimensiones, se encontrase integrado entre los de la expedición rifeña. Los tres practicaban una suerte de rutina diaria a partir de cada atardecer, apenas llegados al lugar donde la avanzadilla del ejército les reservaba un espacio para que se instalasen. Primero asignaban el servicio de vigilancia para la noche, siempre polémico a causa de que Limán quedaba exento no fuera el caso de que Policronio le necesitara en sus merodeos por el campamento. Seguían con una cena caliente preparada por Hamid, ya que durante el día comían lo primero que pillaban. Cena que resultaba exenta igualmente para Limán debido al veto de Policronio, que negó su presencia mediante una frase rotunda: «Come mucho y no aporta nada al tema que más interesa». Como postre, se dedicaban a deambular en parejas durante una o dos horas por el nuevo asentamiento del ejército, entrada ya la noche y haciéndose los distraídos, como si paseasen. Eso sí, relevándose de dos en dos, no fuese que por buscar un tesoro se corriera el riesgo de acabar perdiendo el propio.

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