La ordalía o
juicio de Dios era una prueba a la que fueron sometidos los reos para demostrar
su inocencia en la Edad Media. En el capítulo 27 de “Viento de furioso empuje”
(Amazon), se narra al detalle una de esas ordalías en la que el acusado debe
enfrentarse al “licor de la verdad” y que Witerico realiza, en su calidad de
juez, para descubrir al culpable entre todos los varones de una aldea y a fin de que
confiese su crimen. El interrogatorio de los aldeanos forma parte, tal
vez, de uno de los episodios más interesantes de la obra.
Capítulo XXVII. La ordalía
La noche transcurrió en extremo veloz.
No bien el sol hubo mostrado su disco, los
viajeros retomaron el camino de Sayara. Árabe y godo, junto a Policronio y una
partida de cincuenta guerreros, se adelantaron al resto de la caravana con la intención
de permanecer un tiempo en el poblado de Kadim. Efectuaron la entrada por una
de las tres o cuatro callejas de que constaba la aldea, donde no vieron a nadie
en los primeros momentos. Llegaron a una plaza en la que los lugareños
permanecían concentrados, secundando casi a regañadientes la convocatoria.
Fue el
propio Kadim quien aguantó la montura de Yunán para que descabalgara y quien le
apercibió acerca del recelo que la propuesta de Witerico había suscitado.
—Y a
pesar de ello, sidi, he cumplido tus
órdenes —comentó Kadim—, en la plaza se hallan los hombres mayores de catorce
años. La verdad es que aquí se encuentra casi todo el pueblo. Les he comentado
tu arbitraje y también que uno de tus acompañantes les interrogará para aclarar
la desaparición de los niños en el pueblo vecino.
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