Extraídos de la novela histórica del siglo VIII, “Viento de furioso
empuje” (Amazon, tapa blanda y ebook), inserto unos párrafos que aluden al
conde Julián, antiguo vasallo de Witiza, y a la situación que se vive en Ceuta,
ciudad a la que Julián, tras entregar Tánger al islam, aún denomina condado.
Capítulo XIII. El Rif
Poco más de un año atrás, a la muerte del rey hispano Witiza, el
abastecimiento de Ceuta había cesado con brusquedad, lo que obligó a los
moradores de la ciudad del estrecho a pactar una autonomía muy precaria con el
poder agareno y a cederle a ese poder, a título de quebranto menor, la rica e
indefendible zona de Tánger. Tal interrupción en el suministro de víveres sin
duda atizó el inmoderado rencor, en parte exculpable, que tanto los ceutíes
de origen godo como beréber —Bizancio y su presidio eran ya historia casi
olvidada— profesaron a partir de entonces al nuevo rey hispano, abúlico
personaje en los asuntos de África y diligente represor de algunas tribus de
vascones o cántabros que entraron en rebeldía.
Pero el
conde Julián, hombre lomienhiesto, señor de Ceuta y vasallo antiguo del rey Witiza
—acaso fue esta última condición la que motivó que Rodrigo le desamparase—, poseía
mal resignar y mostrábase decidido a cambiar su suerte. El altivo conde, en
conciliábulo con ciertos nobles de ideas afines, estableció contactos con el
emir Musa en Kairuán. Se perseguía el propósito de entronizar a Aquila, joven y
moldeable heredero del fallecido monarca hispano. A tal fin, Julián solicitó
al emir el concurso de un ejército capaz de enfrentarse a las tropas de
Rodrigo, en apoyo de la facción vitizana que intentaba derrocarle.
¿Qué se
le podía ofrecer a Musa para que éste aceptara el riesgo de perder valiosas
tropas en Hispania? Julián, en nombre del Consejo vitizano, le aseguró al sarraceno
que obtendría considerables riquezas pertenecientes a los seguidores del,
según ellos, usurpador Rodrigo. Y como anticipo de esa promesa, para cuyo
cumplimiento se embarcó hacia Kairuán el correspondiente lote de rehenes,
fueron remitidas a Musa unas cuantas talegas del oro que Abdelaziz manejaba y
que Yunán conocía.
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