VIENTO DE FURIOSO EMPUJE

VIENTO DE FURIOSO EMPUJE
Alegoría de la batalla de Guadalete, julio de 711 - Autor del lienzo: J. M. Espinosa

domingo, 3 de mayo de 2020

Párrafos destacados (5)


De la novela “Viento de furioso empuje” (Amazon) extraigo hoy unos párrafos que aluden al viaje de los protagonistas entre Damasco y Tiro. Más tarde, en ese mismo capítulo, Yunán y Abdelaziz se enzarzan en un debate de lo más curioso sobre cuál pudo ser la razón para que los árabes se lanzaran unas décadas atrás a la conquista de tres continentes y treinta reinos.

Capítulo VI, Camino de Tiro
Desde las estribaciones occidentales de la sierra libanesa, asomados a un mirador sempiterno situado ex profeso para gozo de los caminantes, Yunán y Abdelaziz divisaron ese mar azulado y brumoso que siglos atrás los romanos consideraron Internum y que ante sus ojos bañaba la costa de la milenaria ciudad de Tiro. Salvada ya la mayor parte del trayecto desde la capital omeya, el camino comenzó a descender suavemente y a favorecer a unos viajeros que contaban con llegar a su destino antes del atardecer.

Abdelaziz había apalabrado pasaje en una nave de cabotaje que les llevaría desde Tiro hasta la ciudad de Alejandría, primera etapa marítima de un viaje a Ifriqiya que el jerife juzgaba apasionante y, por el contrario, un desplazamiento rutinario para el hijo de Musa.

Avanzaban al paso, permitiendo que sus cabalgaduras mordisquearan alguna que otra brizna de hierba junto al camino y dando tiempo a sus acompañantes para que no se rezagaran demasiado. Abdelaziz había llevado consigo seis hombres y un cargamento de provisiones y enseres personales que ocupaban dos tercios de una gran carreta; el otro tercio, así se lo comentó a Yunán días antes de la partida, prefirió dejarlo a su disposición y de cuantos libros hallaron en Damasco que tratasen sobre Hispania.

Resultaba tan exagerado como aparatoso, en opinión del jerife, el gran surtido de comestibles dispuesto por su amigo. Había para alimentar durante dos días seguidos al regimiento de la guardia califal, monturas incluidas, dicho en una de esas frases desorbitadas que a Yunán le gustaba usar ante cada exhibición de Abdelaziz respecto a cualquier producto que pudiera ingerirse.

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