Recurro hoy al capítulo IX de la novela “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon), de
cuyas páginas entresaco una reflexión de Yunán. Alude a Justiniano
II, uno de los emperadores más tiránicos y sanguinarios que soportó el Imperio
romano de Oriente, a cuyo lado toda maldad quedaba oscurecida.
Capítulo IX. La herejía
Yunán no quiso presumir de la buena información que poseía a través de su
padre. Prefirió callar que conocía la atroz represalia practicada por Rhinotmetus,
un apelativo que con desprecio se le daba a Justiniano II en Damasco. También
escogió omitir que en la corte omeya se sabía de sobras que el emperador,
durante su destierro, se cargó de un odio tan irracional hacia los dos hombres
que habían osado sentarse en lo que consideraba su trono, que a la vuelta
dispuso para Leoncio y Tiberio III, cuyo verdadero nombre era el de Aspimar, la
ejecución más afrentosa y atroz. Justiniano ordenó que se les atara, se les
tirase en la arena del hipódromo y se les pisara con fuerza hasta hacerles
morir. Al mismo tiempo que se practicaba la macabra ceremonia, el numeroso
público debía corear el salmo 57* de la Biblia, que hace referencia al león y
la víbora y que el desquiciado emperador creyó apropiado por analogía con los
nombres de Leoncio y Aspimar, así como por aludir al gozo de lavar los pies en
la sangre del malvado.
*Salmo 57: ...Desviáronse los impíos desde el seno de su madre, desde el vientre
erraron los que dicen mentira. Veneno tienen semejante al veneno de serpiente,
al veneno del áspid sordo, que tapa sus oídos. ...¡Oh, Dios!, tritúrales los
dientes dentro de su boca; quiébrales las muelas de leones, Señor...
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