En la novela “Viento de
furioso empuje” (Amazon) surge un personaje visigodo llamado Witerico,
de firme carácter y gran intuición, que cuenta con un escuadrón de bucelarios cuyos
componentes representan lo mejor de la milicia de su época, hasta el punto de
ser calificados por la población como idóneos para el recuerdo y a los que
jamás podría relacionárseles con el saqueo o la brutalidad antojadiza. Para mí,
sin contar al protagonista Yunán, el toledano Witerico es el personaje más destacado
de una obra que cuenta con más de treinta intervinientes principales y otros
tantos secundarios.
Bucelario (del latín buccellarius, de bucella,
panecillo de harina de trigo). Entre los visigodos, hombre libre que se sometía
voluntariamente a la dependencia de un magnate al que prestaba servicios de
armas y del que recibía una soldada y algunas tierras para cultivarlas al final
de sus funciones y a modo de pensión. Dicho en un lenguaje llano, vendría a ser
algo así como un militar “chusquero”.
No tendría nada de extraño que la
calificación de “chusquero” hubiese llegado hasta nuestros días para designar a
ciertos soldados reenganchados en la milicia. El Bucelario o “chusquero”
(siempre desprovisto de su sentido despectivo) era una especie de guerrero
profesional que usaron algunos emperadores romanos y bizantinos, así como otros
nobles, militares y potentados. Solían estar alojados y mantenidos en la casa
del señor al que servían.
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