Al llegar al
capítulo XL de “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon, tapa blanda de
563 páginas en una gran edición por 16,34€ y Kindle por 3,55€, aplicación de
muy fácil lectura en lectores de libros o en cualquier tipo de móvil), podremos
averiguar el recorrido que utilizó el ejército de Tariq para llegar a la ciudad
de Écija, donde se había refugiado el ejército de los vitizanos. Al mismo
tiempo, tendremos ocasión de disfrutar de las mil y una peripecias que precisó
afrontar Policronio para no salir maltrecho ante tres hombrecillos ataviados
con hábitos de fraile.
Capítulo
XL. Los
frailecillos
Tariq anunció a su ejército
el inicio de la marcha hacia el interior del reino hispano. Ante la decisión de
prolongar la aventura se establecieron dos facciones claramente desiguales. De
un lado se situaron los partidarios de volver a África, satisfechos con los
bienes alcanzados; del otro, mayoritario y ávido —que la codicia jamás sacia su
voraz apetito—, se apostaron quienes apetecían un bienestar que presentían
ilimitado y que acaso concluiría en opulencia.
La de Hispania era una tierra como jamás
habían soñado. Aun cuando se hablaba de que la llegada coincidía con tiempos de
penuria, lo cierto es que se descubría riqueza por doquier. Fuese por las
lluvias tardías de primavera, fuese por los incontables arroyos y ríos, los
campos permanecían verdes y pródigos, ofreciendo sus frutos de verano a quienes
desearan alcanzarlos. Incluso el abundante ganado que los rifeños observaban a
su paso, con frecuencia disperso entre los encinares o el mar de olivos,
retozaba mansamente o sesteaba tras cada bocado de herbaje.
Guiados por hombres de confianza,
conocedores del territorio y extraídos muchos de ellos de las comunidades
judías, el ejército de Tariq, que para entonces sumaba varios miles de
voluntarios resueltos a eludir la férrea servidumbre al amo godo o al magnate
hispanorromano, comenzó a seguir una vieja calzada[1]
que debía llevarles al encuentro con las fuerzas del arzobispo Oppas. Éstas,
desalentadas ante las noticias poco favorables, se habían refugiado en la
ciudad de Écija, importante villa amurallada a orillas del río Genil. A no mucha
distancia de Écija se hallaba Córdoba, población principal de la zona que
algunas semanas atrás avitualló al ejército de Rodrigo y que hoy malvivía con
lo justo. Así, Écija se había convertido en la llave de Toledo.
[1] Calzada: En su
desplazamiento hacia Toledo, Tariq tuvo la opción de usar un gran tramo de la
Vía Augusta (principal calzada de la época), tomándola a la altura de Lebrija
(Nabrissa) e incluso
antes, para luego seguir con cierta comodidad hasta Linares (Ad Aras), donde la calzada se
alejaba de la ruta del musulmán y se dirigía hacia Cartagena (Carthago Nova o Karthagine Spartaria).
Por razones que se desconocen, Tariq prefirió escoger calzadas secundarias que
le llevaron hasta Toledo.
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