Las bebidas
fermentadas fueron prohibidas por la ley coránica, sura V, 92: ¡Oh
creyentes! El vino, los juegos de azar, las estatuas y la suerte de las flechas
(costumbre idólatra y agorera que se practicaba en la casa de los guardianes
del templo de La Meca) son una abominación inventada por Satán; absteneros de ello y seréis felices.
Hubo una excepción no
generalizada al consumo de bebidas fermentadas: el vino de dátiles, denominado Nabidh.
Como sustitutivo del vino, que en privado no dejó de consumirse dentro de la
aristocracia y las clases acomodadas, se extendió el consumo del mosto o zumo
de uvas sin fermentar. Siglos más tarde, con la llegada del té, también decayó
el consumo de mosto.
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