La imagen se corresponde a una antigua posada (restaurada) en la ciudad de Tiro |
El diálogo pertenece al capítulo VII de "Viento de furioso empuje"
Bajaron hacia el comedor y al llegar a la primera planta observaron que el posadero Ulpiano, mientras asía una bolsa de monedas, no cesaba de reverenciar a un individuo de aspecto distinguido.
-Sí, mi señor Yahya,
ahora mismo te prepararán cuanto has ordenado. ¡Puedes dar por hecho que el
cabrito estará a tu gusto! —Exclamó el posadero, sopesando la bolsa a su espalda.
Al contemplar una
escena tan servil, Yunán comprendió que Ulpiano acababa de cobrar la deuda con
los ciudadanos de ninguna parte y que las llagas anímicas del posadero habían
cicatrizado de golpe mediante la dosis justa de bálsamo de plata.
Yunán trató de
fijarse en el rostro de Yahya, aunque apenas llegó a distinguirle. El otro personaje,
supuestamente Alí, le llamaba desde el fondo de la estancia y Yahya se adentró.
Ulpiano, al ver
aparecer hablando entre sí a cuatro de sus huéspedes principales, efectuó una
última reverencia a Yahya, en este caso a la espalda de Yahya, y se volvió
hacia el grupo. Pero antes —observó Yunán—, no fuese que se confundiera con
usura el pago a sus bienhechoras obras, introdujo la bolsa entre sus costillas
y su camisa. Después se apretó dos ojetes el cinturón y empujó el tesoro hacia
atrás para evitar que acabase indefenso en el suelo. Y cómo sería el impulso
que Ulpiano le dio a la bolsa, que al punto se advirtió la presencia de un
posadero cheposo de lucro y repleto de desconfianza.
-Nobles señores
—comenzó obsequioso—, noto que habéis congeniado vuestra vecindad de habitación
y ello me mueve a pensar que acaso queráis compartir la cena. Al respecto,
puedo ofreceros un surtido de las más deliciosas carnes y los pescados más
frescos, ya que esta costa nuestra es pródiga en especies sabrosísimas...
-Amigo Ulpiano
—interrumpió Abdelaziz, ejerciendo decididamente el mando en la cuestión
alimenticia—, sabes por otras veces lo que debes servirme y en qué cuantía, que
mis hábitos son casi inmutables e ineludibles; cuanto más esta noche, que
compartiré la cena con unos amigos de quienes espero su mejor charla.
-Yo prefiero algo
ligero que... —intentó decir Yunán.
-A Yunán le preparas
otro tanto de lo mismo que me sirvas a mí —se inmiscuyó el bonachón—, y lo que él
no saboree pasará como guarnición a mi plato. En cuanto a nuestros acompañantes,
quedan invitados a ese vino albillo que atesoras en tu casa, no en balde
llamada “Posada de la Cuba”, así como a una ración de pescado asado, viudo de
salsas, que les haga creer que no han cenado y que, junto al vino, primero les
incite a pensar bien, luego a departir mejor y a la postre les avive el sueño
de los soñadores.
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